Aspectos cotidianos del capitalismo salvaje
¿Y vos... cuántos? le preguntó
ella a su prima apenas bajó del micro que la había
traido de vuelta, amontonada con sus compañeros, de su viaje
de egresados.
La prima no la defraudó, vociferó, con cara de ave
de rapiña, para ser bien escuchada: ' ¡ me transe a
cuatro! '. Ni el aullido triunfal que siguió a la rendición
de cuentas inmutó a los presentes, envueltos en el griterío
de un reencuentro fugaz. Padres, hijos, hermanos, amigos reunidos
en una sobremesa donde cada uno de los salidos del micro ofertaba
sus hazañas 'amorosas' respondiendo a la demanda creciente.
Se podía prever que en la mayoría de los casos, una
vez agotado el borbotón de novedades, sobrevendría
la 'liquidación' y con ella, la vuelta al vacío cotidiano
de la indiferencia. Vacío que reclamaría más
aventuras erótico-heroicas con la ilusión de ir renovando
un 'stock', que no sería otra cosa que 'más de lo
mismo', con su consiguiente desencanto y vacío que demandaría
otro 'stock' tratando de colmar ese vacío, sin saber que
estaba ayudando a perpetuarlo.
Es cierto, también había caras y caritas de desolación,
de emoción de cariño. Eran las menos. Predominaban
las que 'sabían lo que querían': ofrecer a quien se
lo demandara el relato de sus hazañas de cacería.
Así desfilaban las presas: el morocho, la rubia. La del lomo,
el del lomo, la de las gambas, el de las piernas, en definitiva,
potros y potras en una exhibición desenfrenada.
¿Es esto una moralina? Definitivamente no.
¿Es aquí donde las mujeres realizaban cierto anhelo
de igualdad con los hombres? Aquí en otros ámbitos
es fundamental respetar las diferencias; femenino no es feminista.
¿Es esto igualdad de oportunidades? Irónicamente sí.
¿Puede ser esto manifestación del capitalismo salvaje?
Pensémoslo. Si es cierto que la ley soberana es la del mercado,
si es cierto que lo fundamental es la producción de objetos
para ser consumidos, si es cierto que el consumo es crucial para
que todo funcione ¿en nombre de qué habría
de detenerse el consumo de los consumidores? Aún en el doble
sentido de 'consumo de consumidores': de los que consumen y de los
que son consumidos. Esto en el caso que sean consumidores; aquellos
que también salvajemente quedan fuera de este circuito merecen
otros trabajos...
¿Tiene reservado el capitalismo más salvaje un lugar
para el amor, la ternura, el pudor, el sufrimiento, el respeto?
Paradójicamente sí; por su exclusión lisa y
llana, o en su versión más atenuada, por sus burdos
intentos de inclusión en productos comercializables como
lo muestra por ej. 'el amor y el respeto publicitarios'. Es que
los afectos reales se llevan muy mal con lo publicitario, son cosas
íntimas que por el solo hecho de ser exhibidas o masificadas
pueden degradarse, corromperse fácilmente. Es la distancia
media entre escribirle una poesía y, haciéndolo saber
a sus amigos, regalarle una librería; entre guardar la hojita
del árbol del primer encuentro y comprarle un bosque publicándolo
en una revista de actualidad; entre escribir unos nombres en una
piedra y traerle como dote un piso sobre Av. Libertador.
Sumémosle a la acumulación de bienes y su exhibición
la dosis de corrupción casi infaltable y tendremos el caldo
de cultivo de muchos jóvenes; inmersos en una degradación
de la vida amorosa, infectados sin saberlo, sin buscarlo, por el
ejemplo de los portadores, menos ingenuos, pero no menos infectados
de capitalismo salvaje.
¿Esto es remediable? Tal vez. Tal vez a partir de aquello
que el salvajismo margina, excluye, o desde aquello que por definición
nunca podrá incluir, más allá de la canción
de amor que vendió millones de placas, más allá
del sufrimiento reflejado en a película que recaudó
millones de dólares. La acumulación de bienes, en
este caso de partenaires de una sexualidad modelada por los parámetros
de la degradación, no puede llevar más que a una absoluta
insatisfacción y vacío. Vacío que tal vez necesite
ser tolerado hasta el encuentro de un amor, hasta la aparición
de un deseo no comercializable, inédito. La otra posibilidad
es que dicho vacío incite la búsqueda frenética
de su rellenado con partenaires degradados y degradantes, y frente
a su incremento inexorable al 'paraíso de las drogas o el
alcohol'.
También acá tenemos que elegir, tenemos que darnos
esa posibilidad.
Tomás Hoffmann
Septiembre 1996
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